• Aunque los alimentos fermentados son clave para la salud intestinal y el sistema inmune, no son infalibles 
  • Expertos de la Universidad Europea destacan que las diferencias entre los fermentados caseros e industriales pueden impactar en la salud.
El consumo de alimentos fermentados ha experimentado un auge en los últimos años, convirtiéndose en un componente esencial de las dietas saludables y naturales. Alimentos como el yogur, el kéfir, el kimchi, la kombucha, el miso o el tempeh son ejemplos de productos fermentados que, gracias a su riqueza en microorganismos vivos, ofrecen una amplia gama de beneficios para la salud. Desde la mejora de la digestión hasta el fortalecimiento del sistema inmunológico, estos alimentos han demostrado ser aliados clave para mantener un organismo sano y para la prevención de patologías metabólicas como el hipercolesterolemia, la hipertensión e incluso enfermedades crónicas. 

“La base de los beneficios que proporcionan los alimentos fermentados se encuentra en su capacidad para equilibrar y restaurar el microbiota intestinal”, así lo afirma la profesora de Nutrición de la Universidad Europea, Andrea Calderón. Los estudios sugieren que un microbiota intestinal equilibrada está estrechamente vinculada a una mejora de la salud a nivel general, ya que influye en funciones clave del cuerpo, como la digestión, la respuesta inmune, el control de peso y la protección frente a infecciones. Según la profesora Calderón, “el consumo habitual de estos alimentos, en combinación con una dieta saludable, puede fortalecer la barrera intestinal, reducir la inflamación y mejorar la función inmunológica, tanto localmente en el intestino como a nivel sistémico”.  

Además de mejorar la digestión, los fermentados contribuyen a restaurar la microbiota después de episodios como diarreas, infecciones digestivas o tratamientos con antibióticos, que pueden alterar la flora bacteriana. Al respecto, Andrea Calderón resalta que “el consumo regular de estos alimentos también puede tener efectos positivos en la prevención de enfermedades metabólicas, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares. Además, se ha investigado su impacto en el denominado eje intestino-cerebro, sugiriendo que una microbiota equilibrado podría jugar un papel clave en la regulación del estado de ánimo y la salud mental”. 
Calderón también explica que “aunque los productos caseros tienen sus ventajas, los industriales garantizan una mayor uniformidad y control en cuanto a la cantidad y tipo de microorganismos presentes, lo cual puede ser crucial en el tratamiento de ciertas afecciones o en el consumo habitual para obtener beneficios específicos”. Además, los fermentados comerciales se producen bajo condiciones estrictas de seguridad alimentaria, lo que asegura su calidad y hace que sean una opción más segura para personas con ciertas condiciones de salud o vulnerabilidad, como las embarazadas o aquellos con sistemas inmunológicos comprometidos. 

Otro factor que ha contribuido al crecimiento de la popularidad de los alimentos fermentados es su constante promoción en plataformas de redes sociales. Influencers, chefs y expertos en nutrición han popularizado el consumo de estos productos a través de recetas, consejos sobre sus beneficios y experiencias personales. Esta difusión ha ayudado a que más personas se interesen por integrarlos en su dieta diaria. Sin embargo, Andrea Calderón advierte que, a pesar de los beneficios bien documentados de los alimentos fermentados, a menudo se exageran en redes sociales. “En algunos casos, los usuarios pueden llegar a creer que estos alimentos pueden sustituir tratamientos médicos, como antibióticos, lo cual es un error. Los alimentos fermentados no son una cura milagrosa para todas las afecciones digestivas o enfermedades, y su consumo debe  estar siempre en el marco de una dieta equilibrada y bajo la supervisión de un profesional cuando sea necesario”, determina.