Por: Daniel Garrido – General Manager Ecuador y Venezuela.


No existe momento más crucial para la acción que el ahora. El aumento en los precios de la energía y la aceleración del cambio climático dejaron de ser sólo predicciones para ocupar rápidamente las portadas de medios nacionales e internacionales. En palabras de la ONU: “el colapso climático ha comenzado”.

En este sentido, tanto el mundo público y privado, como la academia e inversionistas, están apostando sus fichas en el hidrógeno verde como una de las nuevas vías para acelerar la anhelada descarbonización. En Ecuador ya se han planteado ambiciosas metas para el desarrollo de este componente. El objetivo de esta iniciativa es coadyuvar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre 20 y 25% para el año 2025; de esta manera se espera contribuir a limitar el calentamiento global a menos de 1,5 °C; y, convertir al H2V en un recurso energético competitivo.

Sin embargo, considerando que los compromisos actuales representan alrededor de un tercio de la meta de descarbonización necesaria para esta década, debemos ir tres veces más rápido. Lo que a corto plazo requiere generar sinergias entre la puesta en marcha de tecnologías existentes que no requieren una gran inversión de tiempo en desarrollo y la aplicación de soluciones emergentes como el hidrógeno verde.

Si bien en el país, ya se han estableció una hoja de ruta para formalizar y estandarizar su producción es claro que aún es mucho el camino que hay que recorrer para alcanzar las metas propuestas. Más aún si se tiene en cuenta que este recurso sigue utilizándose principalmente como ingrediente o catalizador en procesos químicos y de refinación y su prioridad deberá concentrarse en la transición del actual hidrógeno gris al verde.

Despejando dicha ecuación y teniendo en cuenta las cartas sobre la mesa; la electricidad representa un camino rápido hacia el cero neto y está ampliamente disponible para usarse y descarbonizar muchas aplicaciones.

La mayoría de los escenarios proyectan una proporción de electricidad entre el 50% y el 70% de la energía final para 2050, por lo que el hidrógeno verde desempeñará un papel tremendamente relevante para complementar la descarbonización de los sectores más difíciles (que actualmente utilizan gas natural o derivados de otros combustibles-fósiles como los productos químicos, la producción de acero, la aviación y el transporte marítimo).

El escenario actual proyecta un creciente uso de fuentes de energía renovable no convencionales que no están exentos de desafíos. Tanto la energía solar como eólica proponen retos de intermitencia y restricciones en la red. Una que necesita ser más resistente, flexible, resiliente y robusta para almacenar energía a mediano y largo plazo y que plantea el rol del hidrógeno verde como clave.

La forma en que continuará desarrollándose dependerá del costo del acceso a la electricidad y de los efectos de escala en las tecnologías de electrólisis. Lo que está claro es que el aumento en la demanda del hidrógeno será inevitable a medida que alcancemos una economía descarbonizada.

En definitiva, el hidrógeno verde se presenta como una vía prometedora para la descarbonización. Y Ecuador, con su compromiso y recursos naturales, no solo tiene el potencial de liderar este cambio, sino los recursos para convertirse en un actor clave en la producción asequible para todo el mundo.

Sin embargo, no podemos darnos el lujo de avanzar a paso lento. Los compromisos actuales representan solo una fracción de lo que se requiere. A medida que avanzamos hacia un mundo descarbonizado, enfrentaremos desafíos, pero también oportunidades emocionantes; y el hidrógeno verde, tiene el potencial de ser una solución clave.

Su futuro dependerá de nuestra voluntad y esfuerzo para hacerlo realidad.